
4 estados de animo que generalizan lo vivido el 29 de noviembre en las antiguas bodegas de la licorera del Valle.
Orgullo: De un evento que se desarrolla con una gran proyección. Esto que la Gobernación del Valle tiene en sus manos, puede llegar a institucionalizarse y convertirse en una vitrina que sirva de referente de la moda vallecaucana a nivel continental y por qué no, global.
Lo digo no sólo porque garantizan puestas en escena, logística y producción de otro nivel; uno a la altura de ferias de moda reconocidas. Sino porque cuentan con una visión que va más ligada a presentar propuestas de moda, a exponer la estética y el equilibrio de los creadores y a romper muros de género, de identidad y de condiciones socioeconómicas. Estas pasarelas de la inclusión tienen claro su objetivo de exhibir moda.
Asombro: Por la puesta en escena lograda por el diseñador Otto Gonzales que fue maravillosa. Es de resaltar el despliegue propuesto, el orden logrado y la coherencia desarrollada. Otto presenta a través de un performance, diferentes piezas provenientes de su imaginario creativo y utilizando códigos visuales expone una colección al público.
Por Guio Di Colombia que logró una colección en la que la mujer se convierte en un ser extremadamente elegante y altivo. Una clase sustentada en la ausencia de excentricidades y una femineidad que no cae en los abusos de la sensualidad.
Y por John Bejarano, quien muestra un equilibrio esquicito y una arquitectura hermosa en cada una de sus prendas.

Comprensión: Por el acto del publico que en determinando momento se marchó del evento cuando este aun no había terminado. La noche llegó a un punto en donde las pasarelas se volvieron pesadas y tediosas. Más esto no obedeció a las propuestas presentadas, sino al formato implementado. Uno en el que se involucra una seguidilla de desfiles, cada uno con un contenido que supera las 20 salidas, y que no procura un espacio de descanso para los asistentes.
Ojo que pretender tener sentadas y concentradas a un grupo de personas por más de 2 horas seguidas, se logra en el cine gracias al pacto ficcional entre el film y el espectador.
Tristeza: De saber que en la industria de la moda vallecaucana impere en algunos sectores el dicho de perro come perro. Ofensas, boicoteos, deslealtades y faltas de reconocimiento por lo hecho entre diseñadores que deberían trabajar en conjunto en pro de una industria de la moda fuerte que no sólo les abra puertas a ellos, sino a la generación que los precede.
Por: Raúl Kinayás
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